Velas en el entierro

SERÍA interesante y esclarecedor conocer de primera mano, en encuentros abiertos y sin presiones, qué piensan los soldados y los insurgentes colombianos que continúan fajados a tiros y a bombazos en los montes de su país a la misma hora en que el Gobierno y las FARC hablan de la paz en un salón climatizado de La Habana.

También tendría importancia saber qué visión tienen los familiares de los que están en las trincheras y en los frentes de batalla cara a cara a las balas que, en el cine, silban, pero en la guerra matan.

Y habría que escuchar a quienes tienen un pariente secuestrado desde hace años y sin pruebas de vida cuando se entera que una combatiente revolucionaria, viuda de un alto jefe, anuncia en Cuba que las FARC tiene encerrados en sus cárceles a un grupo de militares y policías para canjearlos por guerrilleros presos y, al otro día, el llamado canciller del grupo armado, Rodrigo Granda, desmiente a la mujer y afirma que en su cuarteles no hay prisioneros.

En la enorme lista de colombianos que deben de tener velas en ese entierro están los representantes de los millones de hombres y mujeres desplazados, las familias de los 600 mil muertos y las de los 15 mil desparecidos en el conflicto más largo y sangriento de América Latina.

El inicio esta semana de una segunda etapa de pláticas en Cuba (la primera se realizó entre el 19 y el 29 de noviembre pasado) deja ver una fijación de las dos partes por mantener las líneas estrictas de sus agendas. Se aprecian posiciones contradictorias en ambos lados de la mesa y una distancia cada día mayor de los problemas, las preocupaciones y las aspiraciones de los que padecen ese mal que, como se sabe, en aquellas tierras y gracias al realismo trágico, puede durar 100 años, igual que la soledad.

Las declaraciones del Gobierno y las de los pícaros propagandistas de la guerrilla van en unas líneas paralelas, cada uno a lo suyo, como si la guerra se desarrollara en otro planeta.

No hay apuro. Ahora viene la pausa de Año Nuevo y, además, primero hay que hablar del desarrollo agrario, las drogas ilícitas y la participación política de las FARC en el futuro. Al final, la atención a las víctimas. Incluidas las que caigan en las emboscadas de esta noche antes de que los jefes se levanten a desayunar para seguir las conversaciones.